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Las pinturas rupestres de la Cueva de Altamira. CARLOS GARCÍA EL MUNDO |
Fue la curiosidad infantil la que la llevó a María hasta los bisontes escondidos en la
Cueva de Altamira. Con solo ocho años, descubrió las valiosas pinturas rupestres cuando acompañaba a su padre, el paleontólogo
Marcelino Sanz de Sautuola. De eso hace 150 años hoy, y por este motivo
Google nos sorprende este 24 de septiembre con un
doodle dedicado a la
Cueva de Altamira, la joya rupestre del Paleolítico en la Península Ibérica.
La cavidad, considerada la
Capilla Sixtina del arte cuaternario, se halla en la localidad
Santillana del Mar
(Cantabria), a tan solo dos kilómetros de su núcleo urbano. Nuestros
antecesores vivieron en ella hasta hace 13.000 años, cuando
un derrumbe selló su entrada.
Su descubrimiento data de 1875
a cargo de Sanz de Sautuola, aficionado a la paleontología que, sin
embargo, conocía de su existencia varios años antes (no lo que había
realmente en su interior).
Un cazador le había dado la pista, pero
el hallazgo de cuevas era algo frecuente en aquel entorno y Sanz de
Sautuola retrasó su exploración. A priori,
nada hacía sospechar que algo excepcional albergaban sus paredes.
La anécdota del descubrimiento es que fue
la hija del paleontólogo de ocho años de
edad, María, quien admiró por primera vez en la Historia la belleza de
sus famosos bisontes policromados al llegar antes que él.
Mientras
Marcelino Sanz de Sautuola
permanecía en la boca de la cueva, la pequeña María se adentró en ella
hasta llegar a una sala lateral en la que vio las pinturas. Entonces,
corrió a avisar a su padre, que quedó realmente sorprendido.